Alphonse Louis Constant, conocido como Eliphas Levi, fue un escritor, masón, mago y cabalista francés. Levi poseía la habilidad de la videncia y los sueños proféticos. Desde chico era gran estudioso y le interesaban todos los temas relacionados al ocultismo. De hecho, perteneció a la iglesia católica y por diferencias internas, el termina abandonando. A causa de esta cesión, su madre se suicida. Su vida es un vaivén de problemas y dramas, pero siempre supo cómo ponerse de pie. Lo logró mediante el estudio.
Es sabido que siempre tuvo un pensamiento libertario y revolucionario respecto a la iglesia y a la sociedad. Algo que no era muy bien recibido en la aquella Francia, pues estaba en medio de la Revolución de 1830 y 1848. Tal es así, que cuando publica “La biblia de la libertad”, es sentenciado a prisión, y no fue su única vez. El decía que lo perseguían por publicar y divulgar los rituales y enseñanzas que sólo los iniciados debían acceder, desde el ocultismo. Está demás decir, que sus publicaciones políticas eran más que repudiadas. Desde siempre, Levi se sintió privado de expresar su conocimiento y pensamiento.
En su época, era reconocido pero sólo unos pocos se le acercaban. Entre su reputación y su pensamiento no tradicional, mucha gente no quería que se los asociase. Si bien, hasta su muerte dio clases de kabbalah y filosofía, no cobró popularidad hasta que falleció y resurgió el ocultismo. Como el ser es cíclico, cada cierto tiempo el ocultismo queda olvidado y luego resurge y así desde hace miles de años. La kabbalah se enseña hace miles y miles de años, pero constantemente está resurgiendo por la profundidad que engloban sus conceptos.
Levi fue uno de los pocos que asoció el Tarot marsellés con la kabbalah (el Waite se publicó muchos años después). Luego, Waite tomó ambos simbolismos y los unió para formar el tarot con mayor conocimiento kabbalístico del que se tiene acceso.
El mago, como tantos otros, decayó por problemas de salud y murió en la pobreza, totalmente olvidado. Fue enterrado y luego exhumado en una fosa común. Al final, lo único que se llevó y nos dejó fue su sabiduría y la certeza de que la magia existe.