Margaret, Kate y Leah Fox, conocidas como las “Hermanas Fox”, fueron figuras fundamentales en la creación del movimiento espiritista a mediados del siglo XIX. Se consideran las iniciadoras de un fenómeno que revolucionó la manera en que la sociedad de la época percibía la muerte y la comunicación con los espíritus. El espiritismo, como lo presentaron, atrajo tanto a creyentes como a escépticos y tuvo un impacto duradero, especialmente en los Estados Unidos y Europa.
La historia de las Hermanas Fox comenzó en 1848, en la casa familiar de Hydesville, Nueva York, cuando Margaret y Kate, siendo aún niñas, afirmaron haber hecho contacto con un espíritu que supuestamente habitaba en su hogar. Este ente decía ser el fantasma de un hombre asesinado y enterrado en la casa. Las hermanas se comunicaban con el espíritu a través de un sistema de golpes o raps, que más tarde se asoció con el código morse, y toda la familia testificó haber escuchado estos sonidos misteriosos.
A medida que el fenómeno de las comunicaciones espirituales se hacía más conocido, la fama de las hermanas creció, primero en Nueva York y luego en Europa. Lo que inicialmente fue un evento doméstico, se transformó en un movimiento que desafió las creencias religiosas y científicas de la época. Aunque el espiritismo podría clasificarse dentro de la nigromancia, la práctica de comunicarse con los muertos, las hermanas Fox presentaron una forma aparentemente más accesible y moderna de establecer contacto con los espíritus, diferenciándose de los rituales más oscuros y arcaicos de la nigromancia tradicional, que incluía prácticas como la lectura de entrañas o uñas de cadáveres.
Leah, la mayor de las hermanas, asumió el rol de manager y promotora, mientras que Margaret y Kate llevaban a cabo las sesiones. Viajaron por diversas ciudades, atrayendo a multitudes que deseaban presenciar las supuestas comunicaciones con los fallecidos. Sin embargo, su creciente popularidad también atrajo a críticos y escépticos que comenzaron a cuestionar la autenticidad de sus prácticas. Eventualmente, las acusaciones de fraude se intensificaron, y en una sesión pública, quedaron expuestas cuando no pudieron replicar los sonidos paranormales bajo observación.
La controversia alcanzó su punto máximo cuando, en 1888, Margaret confesó públicamente que todo había sido un engaño. Reveló que los ruidos que habían fascinado a tantos seguidores eran en realidad causados por crujidos de sus articulaciones, especialmente los tobillos, que hacían sobre la madera. Este testimonio sacudió la credibilidad del movimiento espiritista, pero curiosamente, no lo destruyó por completo. Margaret, más tarde, intentó retractarse de su confesión, afirmando que había sido presionada para desacreditarse, pero para ese entonces, la confianza del público ya no pudo ser restaurada.
Después de la muerte de las hermanas, la historia dio un giro inesperado. La casa donde vivieron, conocida como la Casa de Hydesville, fue derrumbada, y en los escombros se encontraron restos humanos. Esto alimentó la especulación de que tal vez, después de todo, había algo de verdad en las afirmaciones originales de las hermanas. Sin embargo, el cuerpo nunca pudo ser identificado ni vinculado definitivamente al supuesto asesinato que las hermanas alegaban haber descubierto, dejando el misterio sin resolver.
Pese a la confesión de fraude y la trágica caída de las hermanas, quienes murieron pobres, endeudadas y aisladas, el movimiento espiritista continuó ganando adeptos. La fascinación por el más allá y la posibilidad de comunicarse con los muertos, ya había echado raíces en la sociedad, influyendo en otros líderes espirituales y dando lugar a la creación de asociaciones espiritistas que todavía perduran.
El legado de las Hermanas Fox es una mezcla de controversia, fraude y fascinación espiritual, un recordatorio de la delgada línea entre la creencia y el escepticismo. Su historia, aunque teñida de engaño, dio lugar a un fenómeno que continúa buscando respuestas más allá de la vida.