Desde tiempos inmemoriales, el oráculo ha sido considerado un puente entre lo humano y lo divino, una canalización de deidades a través de sacerdotes y sacerdotisas que actuaban como intermediarios. Estos místicos se sumergían en estados de trance, a menudo inducidos por elementos sagrados, siendo el agua uno de los más utilizados. Sin embargo, también empleaban platos de cobre, copas con vino y otros instrumentos rituales para conectarse con el mundo espiritual. Uno de los oráculos más célebres de la antigüedad fue el Oráculo de Delfos, donde la Pitia ofrecía sabiduría y visiones sobre el futuro a quienes buscaban guía. Es crucial reconocer que la Torá prohíbe la consulta de oráculos y médiums, ya que se considera que esta práctica puede contaminar energéticamente a quienes buscan respuestas de fuentes externas.
En la actualidad, la esencia y práctica del oráculo se ha transformado, adoptando formas más accesibles, como las cartas oraculares, que simplemente detallan un mensaje esperanzador. A diferencia del tarot, que sigue un sistema estructurado y simbólico basado en arcanos mayores y menores, el oráculo se caracteriza por su libertad creativa. Cada autor establece su propio conjunto de cartas y sus significados, lo que permite una variedad de interpretaciones. Este enfoque flexible ha dado lugar a diversas barajas, siendo las más reconocidas las de Doreen Virtue, que integran elementos de la espiritualidad moderna.
Muchas personas utilizan las cartas oraculares como una herramienta de reflexión y no un presagio, y eso sí está permitido. A menudo se considera un “juego” espiritual que ofrece consejos aleatorios. A través del oráculo contemporáneo, podemos recibir la guía que tanto anhelamos en nuestro camino espiritual.
Más info sobre este tema en nuestro podcast en el episodio: “Mitos del Tarot”.